Silvio Berlusconi entre la grandeza y la debilidad

Silvio Berlusconi entre la grandeza y la debilidad

Momentos de fuerza y ​​momentos de abandono. Gestos de heroísmo y debilidad. Generosidad hacia el propio país y preocupación por lo "particular", como nos recordaba Guicciardini. La resistencia continua contra los ataques de una judicatura militante. El intento de modernizar el sistema político, superando el pantano de la Primera República, hacia la democracia de la alternancia. Gianfranco Polillo recuerda a Silvio Berlusconi

En Inglaterra la muerte del soberano se saluda con el grito "el rey ha muerto, larga vida al rey". Puede parecer una ovación irrespetuosa. Y en cambio es el último homenaje a quienes representan la personificación de la nación. Y al mismo tiempo la invocación a favor de su sucesor, llamado, sin embargo, a renovar ese vínculo indisoluble. Difícilmente le sucederá esto a Silvio Berlusconi, a su manera una especie de gobernante en la difícil situación italiana. Pero también una figura que difícilmente puede ser reemplazada o sustituida.

Estas son las primeras palabras que vienen a la mente ante la fatal noticia del repentino fallecimiento del fundador de Forza Italia. Muerte inesperada ante las tranquilidades de los días anteriores. Hospitalización en San Raffaele, pura rutina para controles de salud. Evidentemente no fue así, pero incluso en esos momentos primaron las necesidades de comunicación política siempre marcadas por el optimismo. Y nosotros mismos estábamos fascinados por ello, frente a una cultura dominante, como la italiana, la mayoría de las veces orientada al lloriqueo.

Después de todo, la vida había sido su amiga. Hasta el punto de transformarlo en una especie de rey Creso. La capacidad de convertir en oro todo lo que tocaba: desde los negocios hasta el deporte; por no hablar de la televisión o la política. Para tener éxito donde tantos otros habían fracasado. Aguas arriba de todo el atraso cultural histórico de un país que desde hace tiempo rechazaba el camino de la modernización. Quien se había opuesto, con culpable demora, al nacimiento de la televisión en color. Porque, como habían teorizado tanto Enrico Berlinguer como Ugo La Malfa, su implantación supuso el crecimiento del consumo innecesario. En cambio, fue el camino por el que florecería la gran innovación tecnológica del tercer milenio en los años siguientes.

Misma tenacidad en el campo político. Será él quien no sólo bloqueará la “máquina de guerra gozosa” de Achille Occhetto, impidiendo desviaciones inimaginables, sino que favorecerá el proceso de cambio del viejo MSI, tomándolo de la mano para llevarlo al redil de la tradición democrática. Este con la mano derecha, mientras que con la otra cortejaba la “costilla de la izquierda”, según la antigua definición de Massimo D'Alema, es decir, la Liga de Umberto Bossi. Quien conquistará no tanto con argumentos políticos, sino con la relación humana que podrá construir con el líder de ese partido. A pesar de las constantes rabietas de este último y sus largas reprimendas, que el "kaiser de traje cruzado" (con derechos de autor del propio Bossi) fingía no escuchar.

Fueron años lejanos aquellos, marcados por su entrada en el campo (24 de enero de 1994), pero terriblemente actuales si sólo dos años después Luciano Violante, en su discurso de investidura como Presidente de la Cámara, sentirá la necesidad de derribar un antiguo tabú, y cuestionar las "razones por las que miles de niños y sobre todo niñas, cuando todo estaba perdido, se pusieron del lado de Salò y no del lado de los derechos y las libertades". Un rayo de espíritu nacional, que la izquierda no tendrá entonces el coraje de desarrollar, retrasando así el proceso de reconciliación que sólo hoy, al final de la larga parábola del hombre de Arcore, se vislumbra en el horizonte.

Hasta ahí los méritos, pero hoy “vengo a enterrar a César, no a elogiarlo”, escribió Shakespeare. Y entonces tampoco se pueden pasar por alto los límites de su acción. Su instinto emprendedor incontenible, listo para iniciar negocios con cualquier persona y en cualquier lugar. Esa asociación con Putin, aún hoy, está por descifrar. Ciertamente, la Europa de Angela Merkel iba en la misma dirección: bajos costos de energía a través de Nord Stream y grandes ventas en el extranjero. Especialmente en China. Pero todo esto no justifica. ¿Fue simplemente la creencia ingenua, como escribió Mario Draghi, de que la democracia, como la administración, seguiría al surgimiento del libre mercado? ¿O algo diferente? Sin embargo, el hecho es que en esos años, a partir de 2011, la mezcla de importaciones de gas cambió para Italia: de la supremacía argelina a la de la Rusia de Putin.

Lo cierto es que Berlusconi fue ante todo un político. En fuerte armonía con su pueblo. Capaz de gestionar, salvo algunos casos más recientes, arquitecturas parlamentarias complejas. Pero mucho menos atento a la suerte del país. Y, de hecho, inmediatamente después de su caída, Italia, aunque con grandes dificultades, podrá hacer frente, al menos en parte, a algunos elementos de la crisis. Que hoy destacan en coyunturas económicas que dejan atrás la imagen del "gran enfermo de Europa" que retrató el Economista en la época de la Segunda República. Resultados que habrían sido aún mejores si no hubiera habido Covid y las políticas tontas de Giuseppe Conte, en el Palazzo Chigi, y Roberto Gualtieri en via XX Settembre.

Luces y sombras, como podéis ver, como siempre sucede en la vida de cada uno de nosotros. Momentos de fuerza y ​​momentos de abandono. Gestos de heroísmo y debilidad. Generosidad hacia el propio país y preocupación por lo "particular", como nos recordaba Guicciardini. La resistencia continua contra los ataques de una judicatura militante. El intento de modernizar el sistema político, superando el pantano de la Primera República, hacia la democracia de la alternancia. El deseo de transformar las vestimentas arcaicas de la política exterior italiana en algo más similar a las de otros países occidentales. Todos elementos que contribuyen a resaltar los justos méritos del personaje.

Sin embargo, cada uno de nosotros llevará consigo el recuerdo de Silvio Berlusconi, tal como lo vimos o conocimos. Y no somos menos. Nunca hemos compartido a quienes querían criminalizarlo, simplemente porque no entendían o no compartían su estilo o su forma de vida. Honor, sin embargo, al mérito, pero también una pizca de decepción entre lo que pudo haber sido. Y en cambio no lo fue.


Esta es una traducción automática de una publicación publicada en StartMag en la URL https://www.startmag.it/mondo/silvio-berlusconi-2/ el Mon, 12 Jun 2023 17:53:06 +0000.