Te contaré la verdadera historia del medidor de ingresos.

Te contaré la verdadera historia del medidor de ingresos.

La historia del medidor de ingresos se repite. El problema es técnico, no político. El análisis de Giuseppe Pasquale

Cuatro veces son demasiadas. Y tiene que haber una razón si -en términos de medición de la renta y con independencia de los gobiernos de turno- a lo largo de treinta años la misma película se vuelve a proponer cíclicamente por enésima vez. Esto nos lleva a sospechar que el problema es técnico, incluso antes que político.

El decreto sobre el medidor de ingresos, en cambio, publicado el 20 de mayo en el Boletín Oficial, es un decreto monstruoso elaborado por técnicos. Nacido con las horas contadas, fue abortado con razón en un tiempo récord, con la suspensión inmediata decidida por el primer ministro. Aparte de un par de cambios formales, el texto coincide con el puesto a consulta el 10 de junio de 2021 por el Gobierno Draghi ( ver aquí ), un texto que pasó desapercibido en su momento, pero que finalmente fue confirmado textualmente en los últimos días.

El objetivo era sacrosanto: localizar a quienes gastan más de lo que declaran. La novedad estaba en el hecho de que el fiscal quería calcular con minuciosa precisión el gasto global anual de cada ciudadano, para equipararlo a los ingresos del año, y luego gravar estos últimos hasta el céntimo, cuando superaban el cantidad declarada.

Pero el decreto estaba equivocado. ¿Por qué, por ejemplo, los desembolsos monetarios de un año necesariamente coinciden con las ganancias declaradas en el mismo ejercicio financiero? ¿Y cómo gestionar el consiguiente enfrentamiento y el interrogatorio obligatorio de cientos de miles de investigaciones masivas, al menos dudosas? Por ejemplo, el caso de quienes sostienen a su familia con dinero declarado en años anteriores habría estado entre los condenados a confiar en la suerte de un doble interrogatorio preventivo.

Para calcular el gasto global presunto, las autoridades fiscales pretendían incluir en el registro fiscal todas las compras asociadas al código fiscal, a las que había que añadir los gastos no rastreables (calculados según los parámetros del ISTAT): no sólo las propiedades, por tanto, pero también el universo de las microcompras diarias, que incluyen una gran cantidad de bagatelas hasta el punto de dar peso al evanescente billete de autobús (¡unas decenas de euros para todo un año!).

Además, para aquellos que no son propietarios ni inquilinos de una vivienda, pero están inscritos en el registro de residentes, además del cálculo de la tarifa fija de alimentos, bebidas, ropa, etc., se les habría computado (con la presunción ' a precios Istat') el alquiler nominal de 75 m2, junto con el consumo de agua, condominio, mantenimiento ordinario y similares. La cesta de la compra estaba tan detallada que sólo produciría problemas y ninguna solución.

El mayor riesgo era dejar peligrosamente en manos de las autoridades fiscales la decisión de sancionar a diez, después de haber pellizcado a mil (quizás los diez elegidos al azar, con criterios burocráticos). Esto es lo que ocurrió cada vez desde 1993 en adelante, siempre cometiendo errores en la selección de los pocos perdedores para procesarlos. Cada vez fue ésta y sólo ésta, de hecho, la distorsión que obligó a gobiernos de diversos colores a apresurarse a detener inmediatamente la medida.

Y, efectivamente, el primer medidor de renta de 1993 fue desclasificado al cabo de algunos años, con la circular núm. 101 de 1999, como "invitación a la investigación", luego en 2011 se lanzó el redditest, que, sin embargo, fue descartado casi en secreto, después de 4-5 años de pruebas inútiles. Para llegar finalmente, antes de la cuarta parada de los últimos días, al bloqueo de 2018, incluso dispuesto por decreto-ley (medida una vez más dictada por los medios de comunicación: véase el artículo 10 del Decreto Dignidad).

Sin embargo, hay y siempre ha habido un camino practicable, si se redescubriera la capacidad de tener sentido común. Una vía rentable, por ejemplo, sería seleccionar, para la evaluación, sólo los maxigastos que sean muy seguros en términos de cuantía, y que también garanticen una diferencia suficientemente elevada sobre lo declarado como para superar las dudas de fiabilidad inherentes a cualquier cálculo presuntivo.

Además, utilizar este modelo de medidor de ingresos habría significado ver peces grandes, peces pequeños y, sobre todo, una cantidad aterradora de peces muy pequeños transportados a la misma red abarrotada. De esta manera el sistema se enfrentaba a un bloqueo, ya que nadie había aclarado desde el principio qué hacer con esa elefantísima "masa crítica" generada por el decreto, una vez echadas las redes con el cruce de datos.


Esta es una traducción automática de una publicación publicada en StartMag en la URL https://www.startmag.it/economia/vi-racconto-la-vera-storia-del-redditometro/ el Thu, 23 May 2024 13:05:56 +0000.