En el complejo rompecabezas de Oriente Medio, Estados Unidos vuelve al frente (por Bepi Pezzulli)

El atormentado escenario de Oriente Medio, perpetuamente atrapado entre tensiones centenarias y ambiciones geopolíticas siempre nuevas, ha vuelto a exigir enfoques consolidados, y las expectativas del mundo vuelven a estar puestas en los Estados Unidos de América. A prueba de los hechos, el intento de Estados Unidos de retirarse de la región ha demostrado ser una empresa difícil de alcanzar.

La retirada de Estados Unidos de Oriente Medio fue teorizada por el presidente Barack H. Obama entre 2009 y 2017, y se caracterizó por una serie de políticas que reflejaban el deseo de la Administración estadounidense de reducir el esfuerzo militar directo y reorientar las prioridades de la política exterior de Estados Unidos hacia el Indo-Pacífico. .

Los dos mandatos de la Administración Obama se caracterizaron por una serie de decisiones que rompían con posiciones tradicionales de política exterior acompañadas de acciones radicales.

Reducción de tropas en Irak y Afganistán : Una de las primeras acciones de retirada fue la reducción gradual de las tropas estadounidenses desplegadas en Irak y Afganistán. En un cambio de paradigma, la administración Obama decidió reemplazar la participación militar directa en escenarios de crisis con el entrenamiento de fuerzas de seguridad locales para garantizar la estabilidad regional.

Centrarse en el multilateralismo : Al mismo tiempo, la administración Obama ha dependido casi fielmente de la diplomacia para resolver cuestiones regionales. Tanto la Primera Administración Obama, bajo la Secretaria de Estado Hillary D. Rodham Clinton, como la Segunda Administración Obama, bajo el Secretario de Estado John F. Kerry, enfatizaron la búsqueda de la diplomacia multilateral y la resolución de conflictos a través de medios diplomáticos y políticos en lugar de mediante reforzar la disuasión militar.

Acuerdo nuclear iraní : Un elemento crucial de la política de retirada fue el acuerdo nuclear iraní de 2015, el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA). La delegación estadounidense, compuesta por el subsecretario de Estado William J. Burns, la subsecretaria de Estado Wendy R. Sherman y Jacob J. Sullivan, asesor de seguridad nacional del entonces vicepresidente Joseph R. Biden, negoció un acuerdo multilateral destinado a limitar la influencia de Irán. programa nuclear a cambio de aliviar las sanciones económicas. Gary Samore, excoordinador de la Casa Blanca para el control de armas y las armas de destrucción masiva, explicó más tarde que el acuerdo nuclear con Irán tenía como objetivo gestionar la amenaza nuclear sin recurrir al uso de la fuerza, un argumento en cierto modo contradictorio.

Evitar nuevas intervenciones militares : La Administración Obama también ha demostrado cierta reticencia a lanzar nuevas intervenciones militares en la región, intentando evitar implicarse en conflictos complejos como el de Siria. Sin embargo, también ha sido criticada por su manejo de las secuelas de la guerra civil siria.

En este contexto, y en referencia al conflicto israelí-palestino, la Administración Obama ha apoyado la idea de una solución de dos Estados, con Israel y Palestina coexistiendo lado a lado. Subrayó la necesidad de un acuerdo que conduzca a la creación de un Estado palestino independiente, con Jerusalén como capital compartida. Obama ha criticado duramente la construcción de asentamientos israelíes en los territorios ocupados, considerándola un obstáculo para el proceso de paz. Pidió congelar los asentamientos israelíes como gesto de buena voluntad para reanudar las negociaciones.

El presidente Biden continuó donde lo dejó Obama, revirtiendo las políticas de máxima presión del presidente Donald J. Trump hacia Irán.

En 2018, la administración Trump anunció una retirada unilateral de Estados Unidos del JCPOA, citando preocupaciones sobre su efectividad a largo plazo y la necesidad de conversaciones más amplias sobre las actividades nucleares, el programa de misiles y las actividades regionales de Irán. Con la toma de posesión de la administración Biden en 2021, se han puesto en marcha esfuerzos en una mesa de negociaciones en Viena para que Estados Unidos vuelva a llegar a un acuerdo y lograr que Irán respete sus términos nuevamente.

Las administraciones democráticas han buscado forjar asociaciones regionales para involucrar a actores regionales clave en la gestión de cuestiones locales. Esto reflejó el deseo de traspasar la responsabilidad de la seguridad y la estabilidad a los actores regionales.

Evidentemente, la estrategia democrática no funcionó.

El asesor de seguridad nacional Sullivan es ahora la figura central de una precaria negociación en Qatar, centrada en un lento y progresivo intercambio de prisioneros entre Israel y Hamás. Semejante medida, cuyos riesgos son claros, podría interpretarse como un intento de inducir a Israel a conferir legitimidad política a una organización terrorista. Desafortunadamente, estos ejercicios de realpolitik no son nuevos; Alemania Oriental tomó una medida política similar durante la Guerra Fría contra Estados Unidos, cuando la República Democrática Alemana, bajo la ocupación soviética, utilizó la política de intercambios de prisioneros para obtener el reconocimiento diplomático de Estados Unidos en 1974.

Esta medida, aunque audaz, sugiere una estrategia que podría conducir a una resolución política más amplia de la compleja cuestión de Oriente Medio.

La expectativa de una solución pacífica se basa en la idea de que, en las crisis, Estados Unidos demuestra una brillantez política incomparable. Sin embargo, el camino hacia una resolución sostenible está lejos de ser lineal.

Gaza de posguerra: tres opciones sobre la mesa

Un análisis en profundidad realizado por Karl Meier para Bloomberg News identifica tres opciones en la mesa del posconflicto. Primero, la posibilidad de otorgar el control temporal sobre Gaza a países de la región, apoyados por una fuerza multinacional que incluiría tropas estadounidenses, británicas, alemanas y francesas, junto con posibles contribuciones de naciones árabes como Arabia Saudita o Emiratos. La segunda opción contempla el establecimiento de una fuerza de mantenimiento de la paz, inspirada en el modelo que opera en el Sinaí, encargada de hacer cumplir las condiciones del tratado de paz de 1979 entre Egipto e Israel. Una idea que, sorprendentemente, podría obtener el consentimiento de Israel. Finalmente, la tercera opción propone un gobierno temporal para la Franja de Gaza bajo los auspicios de las Naciones Unidas, ofreciendo así una solución legitimada internacionalmente. Sin embargo, la reticencia de Israel hacia la ONU y la falta de credibilidad de la ONU podrían complicar la viabilidad de esta propuesta.

Si bien el futuro de Medio Oriente sigue siendo incierto, centrarse en Estados Unidos y sus medidas diplomáticas podría desempeñar un papel crucial en la configuración de una solución duradera.

La sucesión del poder en los territorios palestinos: el regreso de Barghouti y Dahlan

En el complicado panorama posconflicto en Medio Oriente, dos figuras clave emergen como líderes potenciales de la Franja de Gaza: Mohammed Dahlan y Marwan Barghouti. Estos nombres han llamado la atención internacional en un momento crucial, cuando la transición de poder parece inevitable.

El mandato de veinticinco años de Abu Mazen al frente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) está llegando a su fin y la necesidad de un nuevo liderazgo es cada vez más apremiante. Sin embargo, la elección no es obvia, ya que el antiguo líder es percibido como corrupto e ineficaz. En este escenario, surgen dos nombres como posibles sucesores: Mohammed Dahlan y Marwan Barghouti.

Mohammed Dahlan, de 62 años, originario del campo de refugiados de Khan Yunis en Gaza, es una figura destacada de la política palestina con once detenciones en prisiones israelíes. Su experiencia y conocimiento del hebreo, adquiridos durante su detención, lo convierten en un interlocutor similar y "fiable" en el diálogo con el enemigo. Su historia lo vincula con los Acuerdos de Abraham entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, en los que supuestamente actuó como facilitador. Su influencia ha sido tan significativa que la mera amenaza de formar una lista en Cisjordania fue suficiente para posponer las elecciones, lo que indica su potencial papel clave en el futuro de la región.

Marwan Barghouti, otro aspirante al liderazgo, es igualmente una figura prominente en la política palestina, conocida por su participación en la primera y segunda intifadas. Elegido miembro del Consejo Legislativo Palestino en 1996, defendió el proceso de paz palestino-israelí y se estableció como Secretario General de Al-Fataḥ en Cisjordania. Su figura, a pesar de ser controvertida, representa una alternativa secular a las ambiguas cadenas de suministro de los Hermanos Musulmanes. Su estancia en prisiones israelíes, al tiempo que lo mantiene a salvo, puede ser una medida estratégica para preservar su vida y consolidar su influencia en el futuro político de Palestina. Rápidamente se le ha acreditado como el Nelson Mandela de Palestina.

Estados Unidos parece decidido a fortalecer la Autoridad Palestina y podría utilizar a Barghouti como carta para restaurar la credibilidad y debilitar el apoyo a los grupos terroristas. La combinación de presión política y militar, con la presión militar israelí destinada a reducir el potencial militar de los terroristas, podría perfilar un nuevo capítulo en la política palestina.

En este intrincado contexto, la elección del sucesor de Abu Mazen no sólo definirá el futuro de Palestina sino que también tendrá implicaciones cruciales para la estabilidad regional. Con Barghouti y Dahlan sobre la mesa, hay mucho en juego y el destino de Oriente Medio pende del equilibrio entre la historia y la necesidad de cambio.

Abraham Plus: Un nuevo enfoque económico para la paz en Oriente Medio

Dentro del complejo escenario israelí-palestino aparece la necesidad de un “Abraham Plus”, una ampliación de los Acuerdos de Abraham que vaya más allá de la simple normalización de las relaciones diplomáticas. Este “Plus” se traduce en recursos de inversión específicos, un catalizador fundamental para el bienestar de ambas partes involucradas.

Este enfoque ya se había ofrecido en gran medida como parte del Plan Kushner-Berkowitz, presentado en junio de 2019, que representa una de las iniciativas clave de Estados Unidos para abordar la cuestión palestino-israelí. Elaborado por Jared C. Kushner, AvrahmBerkowitz y Jason D. Greenblatt, el plan tiene como objetivo mejorar las condiciones económicas de la población palestina, allanando el camino para posteriores avances políticos.

El plan proponía una serie de elementos clave:

Inversiones financieras : La iniciativa incluye importantes inversiones financieras en Cisjordania, dirigidas a proyectos de infraestructura, turismo, agricultura e industria, con un total estimado de 50 mil millones de dólares. Más de la mitad de esta suma se asignaría a los territorios palestinos, mientras que el resto se dividiría entre Egipto, Líbano y Jordania.

Enfoque regional : El plan también fomenta la inversión en los países vecinos, creando oportunidades económicas y empleos para los palestinos.

Desarrollo institucional : Propone programas destinados a mejorar las instituciones palestinas, como la educación y la atención sanitaria, con el fin de desarrollar las habilidades de la fuerza laboral.

Participación internacional : La iniciativa requiere la colaboración de otros países y organizaciones internacionales para apoyar e implementar el plan.

Sin embargo, el Plan Kushner-Berkowitz ha sido criticado, especialmente por parte de los líderes palestinos, que lo ven como un intento de eludir cuestiones políticas clave. La posición tradicional palestina siempre ha buscado una solución política y un Estado independiente, más que un enfoque exclusivamente económico.

Según el embajador Sergio Vento, ex jefe de misión italiano en Estados Unidos y en la ONU, el Plan representa la continuación del "Proceso de Casablanca" concebido por Shimon Peres en 1994, tras los Acuerdos de Oslo de 1993. La Conferencia de Casablanca reunió a representantes regionales y líderes internacionales para promover la cooperación económica en la región de Medio Oriente. Esta iniciativa, apoyada por el rey Hassan II de Marruecos, reflejaba el objetivo de mejorar los lazos económicos entre los estados de la región, incluidos aquellos con Israel.

En ambos casos, la combinación de esfuerzos económicos y diplomáticos buscó promover la estabilidad a través de la cooperación. Sin embargo, el desafío sigue siendo abordar cuestiones políticas clave, como el estatus de Jerusalén, las fronteras del futuro Estado y la ciudadanía palestina. Si bien el enfoque económico puede contribuir al progreso, es crucial superar el fundamentalismo palestino y encontrar una solución política integral para garantizar una paz duradera en el Medio Oriente.

El complejo escenario de Oriente Medio: un punto de inflexión en las relaciones palestino-israelíes

La discusión actual sigue el camino trazado por los Acuerdos de Abraham, con el objetivo de fortalecer los vínculos diplomáticos en la región. Si bien la normalización entre Arabia Saudita e Israel parecía estar en duda, un análisis más profundo revela un proceso hábilmente gestionado, que desafió las expectativas e involucró a múltiples actores.

La reciente negociación entre Arabia Saudita e Israel para la normalización de relaciones fue más allá de las conocidas cuestiones de seguridad. Este acontecimiento no sólo reaviva la impresión de un proceso sólido, sino que demuestra una participación integral, que va desde la diplomacia hasta los juegos de poder militar. La notable acumulación militar ya ha intimidado efectivamente a Irán y a Hezbollah libanés, delineando una nueva dinámica en la geopolítica regional.

La Liga Árabe, históricamente unida en su condena a Israel, sufrió una división significativa durante su cumbre de emergencia en noviembre. Arabia Saudita jugó un papel clave en bloquear el intento de aislamiento militar y económico de Israel propuesto por algunos países árabes y musulmanes. De implementarse, las solicitudes habrían tenido implicaciones sustanciales, incluida la suspensión de contactos diplomáticos, la limitación de las ventas de petróleo a Estados Unidos y la restricción del tráfico aéreo israelí sobre los cielos del Golfo.

La oposición a tales medidas ha surgido principalmente de los estados socios de los Acuerdos de Abraham de Israel, incluidos los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Sudán y Marruecos. También cabe destacar el apoyo de Egipto y Jordania, países con acuerdos de paz consolidados con Israel. Sorprendentemente, Arabia Saudita, Mauritania y Yibuti también rechazaron las medidas propuestas.

El congelamiento temporal de las relaciones entre Israel y Arabia Saudita después de un ataque terrorista ha ensombrecido la normalización, pero no parece haber socavado los esfuerzos a largo plazo. Mauritania y Yibuti, que ya mantuvieron relaciones diplomáticas con Israel en el pasado, muestran una nueva apertura, mientras que Irán ve rechazada su solicitud de designar a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) como organización terrorista.

En este intrincado juego diplomático, la región de Medio Oriente enfrenta un cambio sustancial en las relaciones entre los principales actores. Una gestión astuta de la dinámica política y económica podría moldear el futuro de la zona, delineando una nueva era de colaboración o, viceversa, consolidando tensiones preexistentes.

Visita de Catherine Ashton, Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y Vicepresidenta de la CE a Moscú, donde participa en la reunión del Cuarteto: Tony Blair, Representante del Cuarteto para Oriente Medio

El regreso de Tony Blair: una inyección de experiencia británica en el teatro de Oriente Medio

El posible regreso de Sir Anthony CL Blair como coordinador humanitario para la Franja de Gaza ha atraído la atención internacional, alimentando las especulaciones sobre el papel clave que podría desempeñar el ex primer ministro británico en el fortalecimiento de los lazos entre Israel y el Reino Unido en Oriente Medio.

Según fuentes no oficiales, Israel está considerando instalar a Blair para mejorar la situación humanitaria en Gaza, una medida estratégica para reducir la presión internacional sobre su campaña contra el enclave palestino. Benjamin Netanyahu parece dispuesto a capitalizar la experiencia de Blair como ex enviado del Cuarteto a Oriente Medio, con el objetivo de aliviar las crecientes preocupaciones globales sobre las consecuencias civiles del conflicto en Gaza.

El Primer Ministro Netanyahu se ha puesto en contacto con Blair para discutir el posible nombramiento y, según se informa, las conversaciones están en curso. La oficina de Blair respondió a los rumores diciendo que no se había dado ni ofrecido un puesto, pero no negó directamente las conversaciones.

Blair se desempeñó anteriormente como representante del Cuarteto para Oriente Medio de 2007 a 2015. El Cuarteto, formado por Estados Unidos, la Unión Europea, la ONU y Rusia, fue creado en 2002 con el objetivo de promover la paz y facilitar las negociaciones entre Israel y los palestinos.

Durante su mandato, Blair trabajó para mejorar la economía palestina, facilitar reformas políticas e institucionales y promover la inversión internacional en los territorios palestinos. Sin embargo, el Cuarteto ha sido criticado, y algunos partidarios y críticos palestinos del enfoque de Blair lo consideran ineficaz para resolver el conflicto palestino-israelí.

La posible participación de Blair en un nuevo cargo en Gaza puede interpretarse en relación con el reciente nombramiento de Lord David Cameron de Chipping Norton como Secretario de Asuntos Exteriores en el gobierno de Sunak. Esto marca el regreso de figuras clave de la política británica e introduce un elemento de experiencia en las delicadas relaciones diplomáticas, delineando claramente la dirección a seguir en el intento de evitar la apertura de un tercer frente de crisis contemporáneo en el Indo-Pacífico. Cameron es más suave con China, pero decidido en su apoyo a Ucrania contra la guerra lanzada por Rusia y firme en la contención de la influencia regional de Irán.

La necesidad de contener a China para evitar tensiones en el Pacífico es ahora fundamental. No es casualidad que, por primera vez desde 2011 (entonces en Honolulu, Hawaii), Estados Unidos fuera sede de la cumbre anual de APEC en noviembre. A la reunión de APEC asistieron, entre otros, China, EE.UU., Australia, Nueva Zelanda, Canadá, México, Japón, Corea del Sur y Rusia, representados, obviamente, no por el presidente Vladimir V. Putin, sino por el viceprimer ministro Alexei L. Sobrechuk. Pero el evento principal de la cumbre tuvo lugar a puerta cerrada: el miércoles 15 de noviembre hubo un encuentro cara a cara entre el presidente Biden y el presidente chino Xi Jinping. La reunión se celebró en el contexto de las gélidas relaciones entre China y los EE.UU. y de una situación global muy complicada.

El Brexit, que dio al Reino Unido una mayor autonomía en políticas comerciales y de seguridad, contribuyó a la consolidación del papel influyente de Londres en la escena internacional. El regreso de Blair y Cameron pone de relieve el potencial del Reino Unido para ayudar a gestionar dinámicas regionales complejas y pone de relieve la creciente brecha entre la UE y el Reino Unido en términos de influencia geopolítica, con Bruselas en la práctica inexistente y Londres desempeñando un papel central tanto en Ucrania como en el medio Oriente.

Abramo Plus: un nuevo paradigma de inversión para desactivar el conflicto

En un contexto lleno de tensiones y hostilidad, la iniciativa "Abramo Plus" surge como una poderosa herramienta para relanzar la dinámica de las inversiones en infraestructuras, sacando a Israel del mar de odio que lo rodea y de la hostilidad mal disimulada de algunas élites gubernamentales regionales. La idea clave es utilizar el poder económico como catalizador para desactivar el odio arraigado, aportando beneficios tangibles a la región.

Los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita podrían desempeñar un papel crucial al invertir no sólo en Israel, sino también en una Palestina renovada. Esto no sólo mejoraría la estabilidad económica, sino que también crearía una oportunidad para una ANP más creíble y atractiva, que podría surgir como una fuerza para un cambio positivo.

La cuestión no resuelta: la política interna israelí

Sin embargo, la cuestión interna sigue sin resolver: el tipo de contraparte que Abramo Plus podría encontrar en la política israelí. Con la posible transición política posterior a Netanyahu, los esfuerzos del Secretario de Estado Antony J. Blinken y Sullivan podrían centrarse en un nuevo capítulo en las relaciones entre Israel y Palestina.

El controvertido liderazgo de Netanyahu, marcado por un excesivo poder de interdicción otorgado a sus aliados Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir y acciones divisivas sobre el carácter secular y democrático del Estado judío, como la controvertida reforma de la justicia, plantea la cuestión de un cambio necesario. La respetada figura del ministro de Defensa, Yoav Gallant, surge como una posible solución al llamado al cambio. Quizás sea hora de reformar también la ley electoral de Israel, que ha contribuido a una excesiva fragmentación de la política. La comprometida estabilidad del gobierno y el poder de los partidos marginales plantean desafíos importantes.

La solución de dos Estados sigue siendo cuestionable, y la viabilidad de un Estado palestino autónomo se ve cuestionada por su sostenibilidad económica. Mientras la región enfrenta varias incógnitas, incluida la incertidumbre política en Estados Unidos, la reconstrucción posconflicto podría ser un vehículo para un nuevo comienzo.

La atención puesta en un “Valle del Rift del Jordán” y el proyecto de puentes elevados para conectar los tres cantones palestinos diseñados por el Plan Kushner-Berkowitz podrían conducir a una reactivación económica.

En un discurso ante una sesión conjunta del Congreso de los Estados Unidos el 12 de diciembre de 1995, el Primer Ministro israelí Shimon Peres declaró: “Antes de venir aquí, visité al rey Hussein, un amigo leal de los Estados Unidos. Exploramos las perspectivas de transformar el Valle del Jordán, un desierto alargado, en un Valle de Tennessee. Inspirándonos en sus experiencias, estamos decididos a una amplia iniciativa para recuperar el desierto, detener la guerra y acabar con el odio de una vez por todas”. De hecho, las palabras de Peres de 1995 resuenan proféticamente hoy y reflejan una visión más allá de su tiempo. La idea de transformar el Valle del Jordán, que alguna vez fue un concepto con visión de futuro, ahora resuena con una relevancia atemporal. El compromiso de Peres de recuperar el desierto, poner fin al conflicto y erradicar el odio adquiere un significado renovado a medida que persisten en la región desafíos duraderos, pero también aspiraciones de paz.

Junto a los Acuerdos de Abraham (y Abraham Plus), inextricablemente entrelazados con Ariel Sharon, la figura más creativa de la política israelí, se encuentra la perspectiva alternativa. La idea de que “Jordania es Palestina” ha apuntalado sistemáticamente el espíritu estratégico del partido Likud. En un artículo de 1988, el presidente del Foro de Oriente Medio, Daniel Pipes, relata cómo, allá por los años 1920, el creador ideológico del Likud, Vladimir Z. Jabotinsky, postuló que Palestina, como territorio, contaba con una “característica geográfica principal”, donde el río Jordán, lejos de delinear fronteras, serpenteaba elegantemente a través de ellas. Saltando a 1982, señala Pipes, el primer ministro Yitzhak Shamir afirmó que el principal dilema no era la falta de una patria para los árabes palestinos, ya que Transjordania (es decir, Palestina oriental) cumplía ese propósito. Shamir afirmó categóricamente: “Un Estado palestino al oeste del río Jordán es una receta para la anarquía”. La historia le ha dado la razón a Shamir.

Independientemente de la perspectiva, mientras Israel enfrenta un punto de inflexión crucial, es necesario encontrar soluciones innovadoras alejadas de las recriminaciones históricas palestinas, como un Plan Marshall para Medio Oriente; e independientemente de las aspiraciones palestinas pasadas, como la idea histórica de la jordanización palestina, son imperativos para un Israel seguro y un Oriente Medio pacífico.

Bepi Pezzulli es procuradora de los Tribunales Superiores de Inglaterra y Gales, especializada en derecho internacional. Sus intereses de investigación incluyen Oriente Medio y la guerra híbrida.


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Esta es una traducción automática de una publicación publicada en Scenari economici en la URL https://scenarieconomici.it/nel-complesso-puzzle-del-medio-orientegli-usa-tornano-in-prima-linea-di-bepi-pezzulli/ el Mon, 11 Dec 2023 20:58:50 +0000.