A la espera de comprender los efectos en la curva de contagio de las nuevas disposiciones contenidas en el último Dpcm, se pueden ver otros en los hechos políticos de algunas regiones en el centro de atención, las nuevas áreas rojas. Especialmente en Lombardía, un territorio ya severamente afectado por la primera ola de Covid-19 el pasado mes de marzo, en particular en las provincias de Bérgamo y Brescia, pero también en Cremona y Lodi. De hecho, es en estos lugares donde en los últimos días se ha alzado con más fuerza la protesta por los cierres de algunas actividades económicas decretadas por el gobierno. Nada que ver con las violentas manifestaciones que tuvieron lugar en algunos grandes centros de la península, aunque es comprensible que causó sensación lo ocurrido en la noche del jueves al viernes en Bérgamo, cuando los manifestantes se reunieron bajo la casa del alcalde Giorgio Gori.
Escenas que recuerdan las semanas durísimas en las que la capital oróbica acabó en el centro de la tormenta perfecta, con las dramáticas crónicas mejor resumidas en imágenes impredecibles como las de camiones del ejército cargados de ataúdes. Un marcado contraste: dolor antes, ira ahora. Un enfado generado por la gran incertidumbre económica que aqueja a empresarios, restauradores y comerciantes y por la precariedad con la que la política se ha comunicado y movido en los últimos larguísimos meses. Entonces, no solo el alcalde de Bérgamo está involucrado, sino también los líderes regionales porque desde que Lombardía ha vuelto a ser una zona roja, se ha abierto un frente inesperado.
El gobernador Attilio Fontana ya no está bajo presión para manejar la emergencia sanitaria, sino por no oponerse de ninguna manera a las disposiciones gubernamentales. Donde a finales de febrero cayó el telón invisible que se esperaba que pudiera bloquear la propagación de la enfermedad, en el Bajo Lodigiano, se persiguen comentarios muy parecidos: ya hemos dado, ya hemos pagado un precio muy alto. Entonces, si el alcalde de Casalpusterlengo invita al gobierno a reconsiderar ("no aceptamos volver a cerrar porque corremos el riesgo de no abrir más"), la ciudadanía se desahoga con los medios a su alcance: los grupos de Facebook donde se acusa a Fontana. Sus disculpas estarían "acabadas" porque la nueva Dpcm le permitiría "relajar las medidas restrictivas previstas en algunas zonas de la comarca, incluidas las restricciones a los desplazamientos entre municipios y los horarios de apertura y cierre de comercios".
La interpretación de los decretos firmados por Giuseppe Conte siempre ha sido un desafío, pero neto de que sea el Ministerio de Salud quien tenga la última palabra sobre el delicado tema, el hecho es que "Milán no es Lombardía", es decir encender la guerra – en palabras – entre los territorios regionales. Por tanto, el barco no parece ser el mismo. Es un conflicto entre partidos, no partidista, no alimentado por las partes. “¡Hay países y provincias muy fieles a la normativa y sobre todo con pocos contagios!”, Anuncia un post que ha encontrado mucho intercambio en redes sociales y que reporta unos porcentajes de contagio según los cuales Milán, Varese y Monza son culpables de producir 71 para cien casos regionales. Ese sentimiento de unidad y solidaridad ante ciertas declaraciones desproporcionadas expresadas en la primavera (“Milán de los ataúdes”) quizás se desvanezca después de que la emergencia económica se suma en toda su frialdad a la emergencia sanitaria. Mors tua, vita mea . Pero eso no funciona.
Escenarios impensables, otras cicatrices dejadas por Covid . Mientras tanto, en Ottone, un puesto de avanzada de Piacenza en el alto valle de Trebbia, el alcalde ordenó que las vías de acceso al municipio se cerraran con maillots, dejando abierto solo uno vigilado por cámaras, para evitar la entrada de personas que huyen de las zonas rojas. . Porque por mucho que uno intente pasar por menos plaga que otro, siempre habrá alguien menos plagado listo para enviarlo a casa.
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